¿Estamos ante un arranque? ¿Un detonante? o ¿un arranque con detonante?
La historia es la siguiente:
Madrugas para realizar una gestión burocrática en el Ayuntamiento de tu ciudad y te llevas a tu madre octogenaria del brazo.Esto lo apunto porque las madres octogenarias por algún motivo de la rotación terrestre cuando avanzan retroceden y cada vez ves más alejado el punto al que quieres llegar.
La gestión sale a pedir de boca y es llegar y besar el santo. Ya lo tienes todo arreglado y solo han pasado diez minutos. Feliz y contenta, con tu madre colgada del brazo, sales del Ayuntamiento dispuesta a celebrar con un cafelito en una terraza al sol cuando a tu madre se le rompe la dentadura. Ups¡ Cambio de planes. Llamas a tu dentista y te peleas por conseguir una cita ya. La consigues si eres capaz de llegar en 5, a lo sumo, 10 minutos. Paras taxi, introduces a tu madre dentro contigo al lado y te presentas en el dentista triunfante: lo conseguí! La dentadura tiene fácil arreglo. Respiras y vuelves a la calle a celebrarlo. Ahora sí. Momento aperitivo. Pero mientras eliges lugar alguien te escupe desde una ventana. ¡¿Por qué!?? Un viandante paciente procura explicarte que no es un escupitajo si no una cagada de paloma. A tu anciana madre le da un ataque de risa, cruza las piernas y empieza «ay que me meo, ay que me meo» y tu le gritas «¡No, mamá! ¡Ya está bien! ¡Hemos salido de casa impolutas y regresamos, sin dientes, escupidas y ¿meadas?!»
Las dos amigas a quienes les cuento la aventura están como mi madre: «¡Ay que me meo, ay que me meo!» y cuando recuperan el aliento te dicen: «Esto es una película, ¿por qué no la escribes?»
Ser guionista y padecerlo.