En la última clase impartida en la Escuela de Guion de Madrid en 8 1/2 por el documentalista colombiano Carlos Bernal surgió una muy interesante p0lémica entre los presentes. La necesidad o no de indagar en las nuevas estructuras narrativas para las nuevas maneras de mirar y disfrutar el audiovisual.
La reflexión que Carlos Bernal nos hacía tener en cuenta la idea de que la colectividad como manera de disfrutar del cine no exactamente va a desaparecer si no que se va a transformar en simultaneidad. Ese rito de lo colectivo participativo pasa a ser un rito compartido a través de las redes.
Por lo tanto como autores tenemos el deber de indagar ya en las nuevas estrategias narrativas que satisfagan un nuevo momento ritual ante las pantallas. Estructuras narrativas que no se olviden de la tragedia vivida por nuestros personajes. Tragedias que han de trascender a sus propias tragedias para convertirse en la tragedia de un colectivo que ya se está convirtiendo en el individuo simultaneo.
Teniendo en cuenta las palabras de Carlos Bernal de que «una película es una posibilidad de realidad» tendremos que tener la capacidad de narrar para la mirada que se detendrá de diferente manera ante nuestras historias ficticias o no, ofrecidas a través de las nuevas tecnologías. ¿Cómo está siendo esa mirada? ¿Menos contemplativa, más inquieta, menos concentrada en un solo foco y más pendiente de un mayor número de estímulos mientras se desarrolla nuestra historia audiovisual? ¿Cómo vamos a retener, satisfacer la atención-concentración de los espectadores?
¿Nuevas estructuras narrativas o la adaptación de las que ya existen?
¿Cómo será ahora la energía de la mirada ante nuestras obras audiovisuales? Nos recordaba Carlos Bernal que «a veces el cineasta no entiende el impacto que genera su propia obra».
¿Cómo está siendo ese impacto simultáneo de los nuevos espectadores que ya nos miran?